Autoconocimiento

"De todos los conocimientos posibles, el más sabio y útil es conocerse a sí mismo" - William Shakespeare.

La clave para gestionar a otros de manera efectiva es manejarse uno mismo primero. Cuanto más conoces de ti mismo, más puedes relacionarte con los demás, desde una posición de confianza, seguridad en uno mismo y fortaleza.  Ésta es la primera aptitud de la Inteligencia Emocional (IE). Parte de que si uno no logra conocerse bien a sí mismo, no es consciente de cuáles son sus fortalezas y debilidades, no aprende a identificar sus estados de ánimo y las consecuencias que éstos pueden tener en su comportamiento, difícilmente podrá controlar sus reacciones y utilizarlas productivamente. Tampoco podrá comprender bien el comportamiento de los que le rodean, identificar sus sentimientos y emociones, ni podrá actuar con efectividad en sus relaciones interpersonales, todo lo cual resulta esencial en el trabajo de dirección. 

Ya decía Einstein "Conocer bien a los otros es inteligente, conocerse bien a si mismo, es sabiduría". Y Alejandro Magno ante el santuario de Apolo al contemplar las palabras esculpidas en letras de oro que pronunció Sócrates: "Conócete a ti mismo", reflexionó: "Es evidente. Conocerse a uno mismo es la tarea más difícil porque pone en juego directamente nuestra racionalidad, pero también nuestros miedos y pasiones. Si uno consigue conocerse a fondo a sí mismo, sabrá comprender a los demás y la realidad que lo rodea.".

Por otro lado, también se utiliza la expresión "autoevaluación" porque muchas de las aptitudes que deben "autoconocerse"  requieren la utilización de instrumentos en los que debemos evaluar cómo estamos.

"Escuchando" nuestras emociones.

Nuestras emociones pueden proporcionarnos información valiosa sobre nosotros mismos, sobre otras personas y sobre determinadas situaciones. Haber descargado nuestro mal humor sobre un compañero de trabajo puede indicarnos que nos sentimos abrumados por un exceso de trabajo. Sentir ansiedad ante una próxima exposición puede ser una señal de que necesitamos preparar mejor nuestros datos. La frustración ante un cliente puede indicarnos que no estamos transmitiendo bien nuestro mensaje, que no es el momento más oportuno o que no seleccionamos bien el prospecto.

Las emociones desempeñan un papel importante en el ámbito laboral. De la ira al entusiasmo, de la frustración a la satisfacción, cada día nos enfrentamos a emociones -propias y ajenas- en el trabajo. La clave está en utilizar las emociones de forma inteligente, que es lo que se quiere expresar con la "inteligencia emocional": hacer deliberadamente que nuestras emociones trabajen en beneficio propio, de modo que nos ayuden a controlar nuestra conducta y nuestros pensamientos para obtener mejores resultados. La inteligencia emocional se puede alimentar, desarrollar y aumentar, no se trata, pues, de una cualidad que se tiene o no se tiene.

Goleman define esta aptitud personal de la siguiente forma: "Conocer los propios estados internos, preferencias, recursos e intuiciones". Incluye en la misma lo siguiente:

  • Conciencia emocional: reconocer las propias emociones y sus efectos.
  • Autoevaluación precisa: conocer las fuerzas y debilidades propias.
  • Confianza en uno mismo: certeza sobre los valores y facultades que uno tiene.

Plantea que las personas dotadas de esta aptitud:

  • 1.- Saben qué emociones experimentan y por qué.
  • 2.- Perciben los vínculos entre sus sentimientos y lo que piensan, hacen y dicen.
  • 3.- Reconocen qué efecto tienen esas sensaciones sobre su desempeño.
  • 4.- Conocen sus valores y metas y se guían por ellos.

Sobre la "autoevaluación" plantea que las personas dotadas de esta aptitud:

  • 1.- Conocen sus puntos fuertes y debilidades.
  • 2.- Son reflexivas y aprenden de la experiencia.
  • 3.- Están abiertas a la crítica sincera y bien intencionada, a las nuevas perspectivas, al aprendizaje constante y al desarrollo de sí mismas.
  • 4.- Son capaces de mostrar sentido del humor y perspectiva con respecto a sí mismas.

Desarrollo de la autoconciencia.

Ser consciente de nuestros sentimientos y comportamientos, así como de la percepción que los demás tienen de nosotros, puede influir sobre nuestras acciones de forma que repercutan en beneficio propio. La clave está en saber sintonizar con la abundante información que nos proporcionan nuestros sentimientos, sensaciones, valoraciones, acciones e intenciones. Esta información nos ayuda a comprender cómo respondemos, nos comportamos, comunicamos y funcionamos en diversas situaciones. Al procesamiento de toda esta información es a lo que llamamos "autoconciencia" .

Para aumentar la autoconciencia es necesario que meditemos seriamente y con valor sobre cómo reaccionamos ante las personas y los hechos que forman parte de nuestra vida laboral. Debemos de tener en cuenta lo siguiente:

  1. Examinar nuestros juicios, es decir cómo valoramos las cosas.
  2. Sintonizar con nuestros sentidos.
  3. Conectar con nuestros sentimientos.
  4. Saber cuáles son nuestras intenciones.
  5. Prestarle atención a nuestros actos.
  6. Cómo valoramos las cosas.

Las "valoraciones" son las distintas impresiones, juicios, estimaciones y expectativas que nos forjamos nosotros mismos sobre los temas y sobre cada situación. Las mismas se ven influidas por diversos factores que configuran nuestra personalidad (marco familiar, experiencias previas, capacidades naturales y sistemas de creencias). Por lo general, adoptan la forma de pensamientos o de diálogo interior  (por ejemplo, "esta presentación va a ser un desastre").

Consejos para estar en armonía con nuestros sentimientos.

Si bien nuestros sentimientos nacen en nuestro interior, a menudo tienen manifestaciones exteriores. Podemos empezar a comprender lo que pasa en nuestro interior prestando atención a los signos visibles. Por ejemplo, si descubrimos que nuestra cara se empieza a encender en el curso de una conversación, podría indicar que estemos avergonzados. Si nos descubrimos apretando el brazo del sillón con fuerza mientras conversamos con alguien, es probable que estemos enfadados. Al igual que los datos sensoriales nos proporcionan valiosa información que nos ayuda a comprender por qué hacemos lo que hacemos. Nos alertan sobre si nos sentimos cómodos o no en una situación dada y nos ayudan a entender nuestras reacciones.

Ejercicio: Mantener un "Diario de Sentimientos".

Se trata de llevar un "Diario de sentimientos". Sus objetivos son: adquirir conciencia de nuestras emociones y comprender el papel que desempeñan en nuestra vida laboral.

Para esto, en distintos momentos del día  o al final de cada jornada, se recomienda que anotemos los sentimientos experimentados. Al cabo de dos semanas o un mes, repasemos las entradas: ¿Vemos que ciertas emociones se repiten más que otras?. ¿Experimentamos los mismos sentimientos por la misma causa (ansiedad permanente debido a pedidos que se retrasan)?. Al examinar nuestros sentimientos, veremos si es posible introducir algunos cambios, por ejemplo, para aliviar la ansiedad.

El estudio del "diario" nos permite ver:

Qué emociones experimentamos y cuáles se repiten.
Utilizar esta información para averiguar por qué albergamos determinadas emociones y, si son negativas, de qué manera podemos modificar la situación para no experimentarlas. Qué emociones no experimentamos: ¿A qué se debe?. ¿Qué podemos hacer? Una representación de este "diario" puede ser:

Situaciones emotivas ¿Qué información puede darnos? ¿Qué podemos hacer? Para terminar, Drucker propone hacernos preguntas como: ¿Cuáles son mis aptitudes?; ¿Mis fortalezas y debilidades?; ¿Cómo aprendo?; ¿Cómo me desempeño?; ¿Trabajo bien con otros o soy solitario?; ¿Cuál puede ser mi mejor aporte?, ¿Dónde y cómo puedo obtener resultados que marquen la diferencia"?, entre otras.