Carros de fuego

Carros de fuego

Chariots of Fire (Carros de fuego en España y Carrozas de fuego en Hispanoamérica) es una película británica de 1981, dirigida por Hugh Hudson. Basada en la historia real de los atletas británicos preparándose para competir en los Juegos Olímpicos de París 1924. Es, así mismo, el título del álbum con la banda sonora original de la película, compuesto por Vangelis.
Eric Lidell, personificación del talento, frente a Harold Abrahams, símbolo del esfuerzo: la historia de dos medallistas británicos en los Juegos de 1924

CategoríaAutoconocimiento
Evaluación de 1 a 109
Duración:
Etiquetas, tagsEsfuerzo, talento, música, deporte

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En 1808, el poeta William Blake creó uno de los mayores símbolos nacionales de Inglaterra. El poema “And did those feet in ancient time”, musicalizado y convertido en himno un siglo después bajo el nombre de “Jerusalem”. Sus versos más enardecidos rezaban: “Bring me my Bow of burning gold; Bring me my Arrows of desire: Bring me my

Spear: O clouds unfold! Bring me my Chariot of fire!”. El carro de fuego de la última línea hace referencia a un pasaje bíblico, del Segundo Libro de los Reyes, cuando unos carros tirados por caballos de fuego envuelven al profeta Eliseo y lo suben al cielo en un torbellino.

Blake convirtió la imagen del carro de fuego en un símbolo de la energía divina. Casi dos siglos después, el director Hugh Hudson la tomó como inspiración para contar la historia de dos atletas británicos en las olimpiadas de París de 1924. De ahí surgió “Carros de fuego” (1981), una película inevitablemente ligada a su primera escena con los jóvenes atletas corriendo por la playa mientras suena el archiconocido tema de Vangelis.

Hudson quiso firmar un canto al deporte con trasfondo cristiano y algo de vocación inspiradora para el olimpismo británico. Un filme basado en los dos caminos clásicos del deportista de elite: el talento frente al esfuerzo, una lucha de opuestos que actualmente simbolizan mejor que nadie Federer y Nadal. En el caso que nos ocupa, Eric Lidell frente a Harold Abrahams.

Lidell es el talento. Un corredor que parece conseguir sus proezas sin esfuerzo. El elegido por Dios para darle medallas a su país, según su propia versión de los hechos. El oro que conquistó en los 400 metros da cuenta de su manera de correr: Lidell se exprimió durante la primera mitad, casi igualando los tiempos que solía firmar en 200. Y cuando todo el mundo pensaba que había dilapidado sus reservas e iba a desfondarse, siguió corriendo con el mismo empuje. Los carros de fuego llegaron para arrebatarle sobre esa pista.

Abrahams es el esfuerzo. Un hijo de judío que se siente rechazado por la Inglaterra cristiana. Mientras Lidell es el buen cristiano complaciente y querido por los niños, Abrahams es un personaje con un punto asocial. Un atleta que corre para demostrarse a sí mismo que es mejor que los demás, que se salta el protocolo de Cambridge para contratar al mejor entrenador disponible y se castiga el cuerpo con entrenamientos espartanos. Al contrario que Lidell, que se limita a sacar todas sus energías, gana el oro en los 100 metros porque se ha estudiado, punto por punto, todas las maneras de arañar segundos.

Hudson, además, se empeñó en añadirle al personaje de Lidell un paralelismo con el Tomás Moro de “Un hombre para la eternidad”. Es decir, convertirlo en un héroe de conciencia. Según “Carros de fuego”, Lidell perdió su oportunidad de medalla en los 100 metros lisos porque se negó a competir en domingo, cuando se celebraba la carrera de clasificación. La película sitúa la decisión justo cuando el equipo olímpico británico parte hacia París. En realidad, Lidell lo hizonmeses antes, al perderse una carrera de preparación, y el comité tuvo tiempo de sobra para cambiarle a los 400 metros, como narra la película.

Pero más allá de licencias poéticas, “Carros de fuego” contagia su entusiasmo. La oda a la sangre, el sudor y las lágrimas que se derraman en los Juegos Olímpicos. Aunque, sobre todo, prevalece su mensaje cristiano. Otorga mucho valor al componente espiritual de las victorias que a su valor para un país. “Dios está por encima de las naciones”, según Lidell.

Fuentes: ABC

 

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